Hay grandes escritores que aburren a un muerto en una entrevista o presentación. Ser un autor consagrado y bueno, buenísimo, no está ligado a ser un gran orador. En el caso de Carlos Zanón (Barcelona, 1966) resulta todo lo contrario. No solo es un escritor como la copa de un pino, es uno de los autores que mejor conecta con la audiencia. Es la segunda vez que tengo oportunidad de ‘verlo en directo’, y la experiencia siempre es grata. Si hubiera un premio al escritor con mejor sentido del humor, se lo lleva de calle, seguro.
Nos presentó Taxi, su libro más reciente; acompañado por Santiago Álvarez (escritor y director de contenidos del festival Valencia Negra). La cita fue en el FNAC San Agustín (Valencia).
Taxi es la historia de un Ulises contemporáneo, nos cuenta el autor. Sandino, el protagonista, es un personaje «que sabe de la vida a través de las repeticiones de la vida». Un «cobarde- valiente» que huye de la gran conversación que definirá el rumbo de su vida en pareja, pero no huye de otras cosas que desde fuera pueden parecer extremas. Y sobre todo, y aunque parezca que a veces lo desea, no huye de todo lo que existe dentro de su cabeza.
Los lectores nos subimos a la mente de Sandino como pasajeros y aunque a veces no entendamos ciertas desiciones o motivaciones, podemos llegar a sentirnos identificados con él en muchos aspectos, y no en aspectos que seamos capaces de expresar en público o entender como ‘positivos’, lo confieso.
Si Sandino brilla por su complejidad, los secundarios que lo acompañan, poseen un encanto igual de particular. Parecen de carne y hueso. Zanón tiene una capacidad enorme para crear personajes potentes, y ese es uno de los rasgos que hace a Taxi tan especial.
Barcelona es un personaje más dentro de esta historia. Es un ser vivo que Sandino, sus pasajeros, amigos y enemigos, recorren como una surte de sangre que fluye por las arterias de este gran ser. Pero es la Barcelona que se queda cuando los turistas hacemos las maletas y volvemos a casa. Es una cuidad que respira bajo la piel. Mirarla a través de la ventana de Taxi vale mucho la pena.
Sobre la estructura de la novela, el autor nos cuenta que quiso hacer un libro que se narrara en círculos. Y lo consigue. Este taxi nos lleva en todas las direcciones posibles. A veces hacia el pasado, hacia los recuerdos de un personaje que evoca momentos trascendentales en su vida, momentos que contribuyeron a formar su carácter y pensamientos. Otras veces nos detenemos y pasamos un buen rato dentro de su cabeza, reflexionando, sintiendo con él. Y luego, parece que avanzamos, que los días se suceden, y nos aclaran —o no— ciertos detalles. Pocas veces tendremos la certeza de saber hacia dónde nos dirigimos, pero así es la vida, como este libro: idas y venidas de nuestros miedos, recuerdos, deseos y circunstancias.
Y la música. Este libro canta y toca por todos sus poros. No soy de las personas que tienen la capacidad de escuchar música mientras leen, pero si a ti se te da bien el ejercicio, tienes historia con soundtrack incluido. Amantes de The Clash, van a flipar en colores con Taxi.
Para Santiago Álvarez, esta obra «se salta todas las estructuras tradicionales de la novela negra». A Taxi no le falta macarrismo ni misterio, pero desde el primer momento sabes que es más que todo eso; que es una novela distinta y auténtica. Creo que por esta razón, Álvarez considera esta obra como «el mejor trabajo de Zanón hasta la fecha».
Sobre la literatura, el autor —y nuevo comisario del festival BCNegra— concibe a la escritura como una vocación, y nos deja tres consejos: insistir, mejorar y leer a gente buena. Y algo más sobre el papel de la narrativa: hablar de los otros para hablar de nosotros.
¿Te subes a Taxi?
Fotografía del libro: Iván Jerez.