HISTORIAS DE CHICOS MALOS



El otro día un amigo me pidió que le recomendara algunas lecturas. Decidí indagar un poco en sus gustos, para no meter la pata, porque quiero que se lo pase bien, que disfrute de ese momento tan personal e íntimo de agarrar un libro y dejarse llevar. Él me respondió que había devorado El Padrino (Mario Puzo), que la serie Narcos (Netflix), le encantaba. En definitiva, que lo suyo eran las historias de chicos malos

¿Por qué nos resulta tan fascinante el mundo de los chicos malos? Mi amigo no es el único que vive con emoción esas historias. Un montón de lectores nos hemos dejado atrapar por sus personajes: seres de carácter complejo, que se mueven en entornos al límite, donde una buena dosis de violencia, lealtades puestas a prueba, persecuciones, delitos y crímenes, son la sal y la pimienta para mantenernos pegados a un libro. Las situaciones rocambolescas a las que el chico malo se enfrenta desde que se levanta, el modo en que su carácter y juicio  manejan cada situación, eso también nos  gusta. Creo que, a veces, reconocemos un poco de nosotros mismos en el chico malo de la historia. Nosotros, los lectores, también somos seres complejos, también nos enfrentamos a la vida todos los días; cometemos nuestros errores y celebramos nuestros triunfos. Eso es lo que nos une al chico malo, y nos une de tal forma, que aún cuando él merezca el peso de ley, deseamos con todas nuestras fuerzas que el escritor no se ensañe, que le dé la oportunidad de seguir haciendo de las suyas. 

Las historias sobre las vidas y peripecias de los chicos malos, nos sirven de agente liberador. Sabemos que hay una realidad dura fuera de casa. Sabemos que hay chicos malos de carne y hueso, pero, y citando a J. M. Mulet, en su maravilloso libro La ciencia en la sombra (del que ya hablaremos):

«…el mal nos atrae. No lo reconocemos, pero nos da morbo. En el instituto los empollones no ligan, pero en cambio los repetidores que se meten en peleas, fuman en los baños e insultan a los profesores ejercen de machos alfa y suelen atraer a las chicas más guapas. Posiblemente sea una herencia de nuestro pasado salvaje…»

Los chicos malos no son personajes exclusivos del género negro. Los chicos malos están presentes en un montón de libros. La sociedad conservadora estadounidense condenó con la etiqueta de chico malo a Holden Caulfield, protagonista de El guardián entre el centeno, durante mucho tiempo. Robin Hood fue otro chico malo. Forajido, pero de intenciones nobles, luchaba contra el poder establecido, y su figura sigue encandilando a escritores y lectores a través del tiempo. 

Cine, televisión: actualmente estoy pegada a The Blacklist (NBC). Thomas “Red” Reddington (James Spader), protagonista de la serie, es un chico malo en toda la extensión de la palabra, y ha gustado tanto, que ya van a por la quinta temporada. Todo el campo de la ficción sucumbe a los encantos de los chicos malos.





«Unos gozan la vida, otros la sufren, nosotros la combatimos».  Antiguo proverbio de los urcas siberianos.

Serán peras o manzanas, pero uno se devora las páginas de este libro. Digo que “serán peras o manzanas”, pues se dice que Educación Siberiana,  y los libros que le siguieron, son todo, menos el relato autobiográfico que nos vendieron. En fin, ya retomaremos más adelante la controversia, pero ahora vamos con el libro.

Nicolai Lilin (1982), cuyo nombre real es Nicolaj Veržbickij, nos presenta un relato con tintes autobiográficos sobre la vida del pueblo urca, nativos de Siberia que fueron obligados por el régimen estalinista a emigrar a Transnistria, región moldava en la frontera con Ucrania.  Transnistria, aunque reconocida como territorio de Moldavia, está controlada por grupos separatistas. La situación política de la región es complicada, y lo ha sido prácticamente toda la vida. Nuestro protagonista nace en medio de todo ese caos:

«…me crié en un barrio de mala fama donde se establecieron los criminales expulsados de Siberia en los años treinta; vivía en Bender entre ellos, y los habitantes de mi criminalísimo barrio formábamos una gran familia…»

Fragmentos de infancia y juventud, en un ambiente cargado de elementos y ritos iniciáticos: desde «ganarse un arma», al paso obligado por la cárcel. Los tatuajes, trofeo para convertir a nuestro protagonista en un urca respetable. La delincuencia, profesión admirada y valorada en una sociedad ultraconservadora; curtida y endurecida por su historia. Férreos códigos morales, respeto a las tradiciones, el gran apego a la familia, a la comunidad y  a la religión. La policía y el gobiernos: enemigos mortales de los urcas. Pasajes tensos y mucha violencia… a Educación Siberiana no lo falta nada, si lo que buscas es una historia de chico malo de manual. 

Este libro, originalmente escrito en italiano —Lilin vive actualmente en Italia—, fue un éxito de ventas. Aunque Educación Siberiana  se vendió como “autobiográfico”, muchos de los acontecimientos narrados en él —y en los escritos posteriormente—, han sido puestos en duda. Desde la existencia real del pueblo urca, hasta la cronología de algunos hechos destacables, y la participación de Lilin en los mismos, influyeron para que el autor se distanciara de esa etiqueta. 

Una vez medio aclarado el asunto, lo importante es que este libro te hará disfrutar un buen rato con sus ambientes, conflictos y estilo.





Si alguien sabe hacer historias de chicos malos, ese es su majestad, Don Winslow (1953). Cualquiera de sus libros, te hará meterte en historias violentas y gamberras. Novelas de género negro, cargadas de misterio y crímenes. Su libro El poder del perro lo elevó a lo más alto, y ahora con El Cártel, la segunda parte, su éxito no para crecer. 

Sin embargo, para esta lista de recomendaciones he elegido El invierno de Frankie Machine, porque es bueno recordar que un chico malo de verdad, de los auténticos, no pierde el toque, ni con la jubilación.

Un vendedor de carnada en las costas de San Diego, reflexiona sobre la vida, sobre los viejos tiempos, mientras disfruta de los pequeños placeres cotidianos. Quién diría que aquel varón inteligente, aficionado a los crucigramas, juez y autoridad en los desencuentros del muelle, es una leyenda en el mundo de la mafia. Pero Frankie es feliz con su vida, sortea sus problemas domésticos y paga sus impuestos religiosamente para evitar el “factor Capone” (a pesar de todos los crímenes cometidos por el archiconocido mafioso, fue la evasión de impuestos lo que lo llevó a prisión). Frankie cuida de los suyos y respeta los códigos de la vieja escuela. Pero todo vuelve. El pasado siempre viene cargado de inconvenientes, y Frankie tiene que hacerse la pregunta que todo chico malo debe hacerse cuando el pasado te persigue:  


«¿Quién me quiere ver muerto?»

Amantes de las buenas historias de mafiosos, dar la oportunidad a El invierno de Frankie Machine. Disfrutarán muchísimo del personaje de Frankie, del ritmo y de la forma de narrar de Winslow. Con este autor no tendrás tiempo ni de parpadear.





Y nos vamos lejos, muy lejos en el tiempo, concretamente a 1817, durante la lucha de Independencia de México, para conocer a un chico malo imprescindible en la literatura de América Latina: El Periquillo Sarniento.

El legado de esta obra va más allá del increíble personaje de Pedro Sarmiento, o Periquillo (chico malo por sus cuatro costados), pues está considerada la primera novela escrita en América. Se escribió y publicó desafiando todo lo desafiable de la época —en este sentido también podríamos considerar a Fernandez de Lizardi como un bad boy de su generación—. El Periquillo Sarniento, soportó la censura, la entrada en prisión del autor, los altos costes de la imprenta,  la crítica mordaz y los ataques de los lumbrerillas del momento, que la consideraban: 

«una obra disparatada, extravagante y de pésimo gusto; de un romance o fábula escrita con feo modo, bajo un plan mal inventado, estrecho en sí mismo y más por el modo con que es tratado…» 

A lo que Lizardi responde con gran maestría a través cartas publicadas en prensa:

«Mas yo, con su licencia, tomo el Quijote de Cervantes, la obra maestra en clase de romances, y no veo en su acción nada raro, nada extraordinario, nada prodigioso. Todos los sucesos son demasiado vulgares y comunes, tales como pudieran acontecer a un loco de las circunstancias de don Alonso Quijada. Al mismo tiempo advierto que cada uno de los personajes de la fábula habla como los de su clase, esto es, vulgar y comúnmente. Hasta hoy estaba yo entendido en que una de las gracias de este género de composición era corregir las costumbres ridiculizándolas y pintándolas al natural, según el país donde se escribe…»

Era complicadísimo resistir la presión que acarreaba intentar publicar una obra por aquellos años, y más una obra como El Periquillo, que no deja títere con cabeza; que muestra y ataca las vergüenzas de todo lo que se pone en su camino: política, religión, burguesía, justicia… El resto, es historia, y vale la pena acercarse.

El Periquillo es un pícaro. En realidad, toda la obra pertenece a la tradición de la picaresca. Y qué son los pícaros sino chicos malos a los que les importa un pepino todo, que sobreviven en situaciones límite: robando, mintiendo y engañando; burlándose de todo y de todos. Chicos malos muy divertidos. En los pícaros tendrás, estimado lector, un abanico de historias de bad boys para pasarlo bomba.

Pedro Sarmiento hace y deshace su vida, y nos la cuenta —a nosotros y a sus hijos—, con la esperanza de llevarnos por el buen camino. Vive todas las aventuras de un chico malo, grado per saiyajin: roba, miente, burla, engaña, se mete en peleas, y vuelta a empezar. Pero el mundo que le rodea no es más cándido y gentil que él. Rodeado de lo peor de lo peor, y de algún personaje o momento que le aportan una lección moral; nuestro Periquillo logra sobrevivir y, como dice el título de la biografía de García Márquez: vivir para contarla.

Espero que mi amigo tenga una buena dosis de diversión con estos títulos, que se lo pase bien, acompañado de historias potentes y personajes únicos. Yo me he divertido mucho.

¿Cuáles son tus chicos malos favoritos de la literatura? No seas tímido, no tengas miedo. En este blog no hay omertá que valga. Vamos, cuéntame. Tengo ganas de saberlo.

* Ilustración de ladrón y policía: <a href="http://www.freepik.es/vector-gratis/diseno-de-ladron-y-policia_956812.htm">Diseñado por Freepik</a>

2 comentarios:

  1. Los editores de Salamandra siempre tienen muy buen ojo con sus descubrimientos (suscribo el caso de Lilin). De los otros que mencionas no conozco el de Cátedra, pero cómo no acudir a él: el siglo XIX está lleno, para mí, de gozosas y extrañas obras (aunque muchos lo piensen como un siglo "anticuado")

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    1. Coincido contigo totalmente. Mi adolescencia fue feliz y maravillosa gracias a muchos autores del siglo XIX. "El periquillo" es tal cual describes esos libros: gozosa y extraña. Hay muchas obras de Salamandra que molan muchísimo, definitivamente. ¡Un saludo!

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