SÍNDROME DE CUENCA

Acabo de llegar a casa. Dos días agotadores y mágicos, de viajes en el tiempo, con la ciudad de Cuenca como telón de fondo. Cada vez que visito un lugar así, tan lleno, tan vibrante, algo dentro de mí se transforma, no sé, me hace sentir que esta piel que cubre mis órganos, mis huesos, es sólo un trozo de cuero que un día se hará tan seco, tan fino, que va a resquebrajarse y desaparecer. Y no me asusta. No. 

 Cada vez que la monumentalidad de LA HISTORIA (con mayúsculas) me abraza, dejo de tener miedo de desaparecer. Lo verdadero está allí, en piedras, contando historias realmente importantes para saber los pasos que hemos dado y reflexionar un poco sobre a dónde iremos a parar. Allí están las vigas de madera de trescientos, cuatrocientos años de antigüedad, que siguen sosteniendo al tiempo. Y allí he estado yo, para ver con estos ojos que también van a desaparecer en el olvido más absoluto, para vivir, por un instante, lo que fue de nosotros. 

(Vista de Cuenca)

La Ciudad de Cuenca es enorme, enorme en las cosas que tiene para contarnos. Anoche hicimos una ruta nocturna guiada por la Cuenca medieval. Almudena, la guía, compartió su pasión y su sabiduría con todos los que necesitábamos bebernos el suelo que pisábamos. Los presentes en la ruta guiada ya habíamos escuchado previamente los susurros de las calles estrechas, de las cuestas, de los edificios, monumentos…, pero eran susurros ininteligibles, susurros en un lenguaje antiguo. Para cuando acabó la noche (y la ruta), Almudena ya nos lo había traducido todo. 

Pero, vamos por partes. ¿Por qué Cuenca? La Huelemoles y su pariente, trabajan mucho y tienen un horario de trabajo horroroso. No podíamos irnos a un destino muy lejos de casa para nuestras mini vacaciones de verano. Cuenca queda a sólo una hora en tren de alta velocidad. ¡Viva el tren! 

Yo sabía que Cuenca era una ciudad bonita, antigua, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, con un museo de dinosaurios y las famosas Casas Colgadas: todo mundo dice «Casas Colgadas» cuando le hablo de Cuenca, pero nadie, absolutamente nadie me dijo que me preparara psicológicamente para el aluvión de grandeza e historia que forman la parte central de su encanto. Cuenca puede llegar a provocar síndrome de Stendhal.

(Vista de la ciudad desde el Museo Paleontológico)

El paraje natural donde se asienta la ciudad es impresionante. Toda ella es un mirador donde la naturaleza está presente: los ríos Júcar y Huécar, y las impresionantes hoces que han hecho que los arquitectos del pasado se las ingeniaran para crear obras con carácter y personalidad en aquel mundo de roca. Es un disfrute pasar un rato en cualquiera de los miradores (que son un montón) y admirar las vistas de la ciudad.

Caminar por Cuenca, mientras descubríamos fragmentos de su historia, es indescriptible. Una de las etapas que a mí más me ha atrapado de su historia, es la de su fundación como ciudad cristiana. Perteneció a los árabes, como media España, hasta que en 1177 (ya no se me olvidará nunca ese año), el rey Alfonso VIII de Castilla, y toda artillería pesada de la cristiandad: los reyes de León y Aragón, sus grandes señores y las órdenes militares de Santiago, el Temple y Calatrava; sitiaron la ciudad, poniendo fin al reinado musulmán. Del periodo árabe sólo se conservan ruinas del castillo y de sus muros, porque durante la Guerra de la Independencia Española, los franceses, al mando de un chaparrito muy conocido, llamado Napoleón, se dieron vuelo destruyendo y saqueando todo a su paso. A partir de la conquista de Alfonso VIII, Cuenca se convierte en una ciudad multicultural y se abre paso hacia un esplendor que la lleva al crecimiento demográfico, político y económico. Alfonso el sabio le otorga la categoría de «ciudad» casi un siglo más tarde. Y de allí para adelante. Cuenca pasa por subidas y bajadas. Episodios de la historia, muy interesantes, nacen, florecen y mueren en sus calles y edificios. De cualquier etapa de la historia de España, Cuenca siempre tiene algo que contar.

(Catedral)

La noche de la ruta guiada por Cuenca, la vivimos como si fuésemos viajeros en una máquina del tiempo, saltando de un periodo a otro. Nuestras cabezas lograban, no sólo retener conocimiento, sino ser capaces de imaginar el pasado con sus colores, con sus personajes, leyendas y misterios. 

Más que anécdotas, dos descubrimientos que, personalmente, me cautivaron de una forma muy especial fueron: la leyenda de que Velázquez trabajó en el boceto de Las Meninas en Cuenca, concretamente en casa de su yerno, el también pintor Juan Bautista Martínez del Mazo. Esa casa familiar puede visitarse hoy en día, sólo hay que preguntar por la Posada de San José. 

En segundo lugar: el hotel donde nosotros nos hospedamos. Un hermoso edificio del que sabíamos, había sido un convento hace tiempo. Mientras hacíamos la ruta guiada, nos detuvimos justo allí, y Almudena nos explicó que hace mucho, mucho tiempo, incluso antes de que aquello fuera un convento, aquel lugar había sido una sede de los Caballeros Templarios, sí, esos personajes que tanto han fascinado a los historiadores y a los creadores de obras literarias. De aquellos días quedan unas columnas octagonales y un detalle en piedra de la imagen de San Jorge y el dragón. Es probable que tras la caída de la orden, la sede pasara a manos de los Hermanos Hospitalarios. ¡Pura historia!

Y bueno, me acabo de enterar de otra anécdota del hotel donde me hospedé. En el ascensor, mi marido observó que a la planta número dos, no se podía acceder sin una llave. Me lo dijo y nos vinieron teorías locas a la cabeza. La más lógica: una suite de mega lujo. Después, pasamos por la teoría de que quizás allí se guardara celosamente un descubrimiento histórico importantísimo (considerando la antigüedad del edificio); y finalizamos, no recuerdo con qué finalizamos. Leyendo hace unos momentos un artículo sobre los hoteles con encanto de Cuenca, descubrí el porqué de guardar celosamente la segunda planta del hotel: porque el antiguo convento, de alguna manera, no ha dejado de ser convento. Las monjas poseen esa planta y es usada por ellas como parte de sus dependencias. Hotel Convento del Giraldo, se llama, y es una belleza, por dentro y por fuera.

Llegando a casa, la Huelemoles se puso a buscar y buscar un libro que me metiera con más profundidad en todo lo aprendido en la ruta guiada por la etapa medieval de Cuenca. Entre todo el material que encontré, he comenzado con una novela divertidísima sobre las andanzas de Alfonso VIII y su bella esposa: Leonor de Plantagenet (hermana de Ricardo “Corazón de León”); los otros reyes cristianos, los señores que les sirven y sus pugnas entre ellos. Del otro lado: Al-Andalus con su corte almohade dirigiendo el territorio con puño de hierro. La novela se llama El ejército de Dios y está escrita por Sebastian Roa Mesado. En el libro hay un capítulo completo sobre el asedio de Cuenca, aún no llego a ese punto, pero muero de ganas.

Quiero adelantar que Cuenca me regaló mucho material para otras entradas en el blog, así que seguiremos andando sus calles y edificios un poquito más, porque Cuenca inspira. Cuenca me ha tocado y me ha cambiado en dos días, más de lo que soy capaz de cambiarme a mí misma durante un año de lamentarme por los rincones. 


La historia me libera del ensimismamiento ese de que «sólo a mí me pasan esas cosas». Viajar por la historia es siempre una bofetada de realidad que me viene bien para entender que no soy ni significo nada. Y eso está bien. Eso me quita los ojos de la punta de la nariz y me ofrece una libertad que me transforma. En eso consiste, tal vez, El síndrome de Cuenca. 

(Detalle de la exposición "La poética de la libertad". Catedral de Cuenca)


(Fotografías, Iván Jerez)



11 comentarios:

  1. Es lindo Cuenca. Hace años, le conté a mi primo que había conocido Cuenca, sin querer dije:"sí, y luego tiene unas casas flojas". Mi primo me vio muy serio y me dijo:" prima, son casas colgantes". Me dio risa!! Asshh, qué naca me vi!

    Linda.

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    1. ¡Jajajaja! Gracias, Linda, por la anécdota. ¡Ay! es que esas casas estaban cansaditas de tanta visita.

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    2. Cuidado que no os oiga un conquense decir "Casas colgantes", no les gusta nada, son "Casas Colgadas" :-)
      Es una ciudad que merece muchísimo la pena :-)
      Me ha encantado este post Huelemoles, precioso!!

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    3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. woauuuu me gustó muchísimo!! sigue escribiendo Historia, me enseñas mucho. Me gustaría estar en esos lugares...

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    1. ¡¡Gracias, Alissonavalos!!! Me alegra mucho que te gusten los post. Están hechos con todo mi cariño. Un abrazo grande.

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  3. Precioso relato de tu visita a Cuenca. Enhorabuena.Las casas son "colgadas", los collares colgantes.

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  4. Vives cada instante como único, lees y escribes dando a todo un toque personal y entusiasta. Muchas gracias por estas palabras a mi tierra, también a mi novela, que me ha hecho hasta llorar de emoción.

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    1. Estoy enamorada de Cuenca. Fue un soplo de aire fresco en un verano intenso y duro. Nunca olvidaré ese fin de semana. La próxima vez que vaya, seguro veré a María y a Clara por allí.

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